Me encanta esta escena en la que Natalie Portman anda.
A veces, cuando me siento segura de mí y siento mis pies bien
plantados en el suelo, cuando no transito caminos de baldosas amarillas de Oz en
busca del valor, cuando me dejo
el disfraz de Tristón en el armario (oh, cielos) y me visto de Leoncio, incluso
de oso Yogui que me gusta más, detrás de las tartas de manzana (Hey, Bubu), … a
veces, me miro al espejo y sonrío. Soy una leona. Me cambio de muda de piel, la enrollo en el
suelo como unas medias negras y la lanzo al cesto de ropa sucia. Me doy una
buena ducha y sigo sonriendo. Me preparo una taza de voz en la garganta.
Me pinto los labios y salgo a la calle a andar como Natalie Portman al final de
Closer, consciente de cada paso de siete leguas, consciente de que soy hermosa
y que la gente se vuelve a mirarme.
Eso es lo que voy a hacer ahora mismo, en cuanto deje de
escribir esto: voy a mirarme al espejo; voy a restregarme bien la cara con las
manos, hasta que consiga quitarme esta máscara de nubes grises y unos cuantos
personajes de libros; voy a ducharme en agua caliente y larga, muy larga, … no,
mucho más larga, atravesando cañones colorados, cerrando los ojos mientras me brotan
valles; voy a vestirme con una falda y botas de tacón (pero con otra falda, no
con la misma de siempre); y voy a salir a la calle. Hace sol, voy a salir a la calle.
Cruzaré la Gran Vía entre la gente y llegaré al mercado de los Mostenses, ese
pequeño parque del mundo escondido donde no me siento extranjera. Voy a pedir
un zumo natural de frutas tropicales de esos que me invaden célula a célula el
cerebro y que me visten de azul y me rizan el pelo. Y voy a comprar unas buenas
empanadillas peruanas para el almuerzo. Eso es lo que voy a hacer. Salir a
vivir, justo ahí, a la vuelta de la esquina.
Ni más ni menos, mundo. Voy a salir a andar a la calle. Para
verte y para que me veas.
Ni más ni menos, mundo. En cada paso una playa.
Bienvenida de vuelta, señorita Jiménez.
Canta mientras ando una compañera fiel, Martha Wainwright, escudera de molinos y gigantes. Esta vez en compañía, que en la arena se hacen largos los caminos de pasos.
Qué bonito María. Espero que hicieras todo lo que planeabas...
ResponderEliminarGracias enormes. Disculpa que te conteste tan tarde, pero colgué mi respuesta como un comentario más. Intento orientarme en este mundo de los blogs. Poco a poco. Me falto vestirme con falda y tacones. Pero seguro ya mismo me sale. Volví a colarme en lo conocido y seguro de mis pantalones vaqueros. Pero cogí el pañuelo rosa y las gafas de sol redondas a juego con los labios pintados. Y salí a la calle. Crucé la Gran Vía hasta el mercado. A la vuelta me senté un rato al sol de una plaza. Cerrando los ojos. Pero hoy, ya es primavera. Un abrazo.
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