miércoles, 22 de junio de 2022

Porque no quedaban entradas para ver a Patti Smith

Hoy soñé que P se mudaba a un campo lleno de luz y de árboles a las afueras de Madrid. Aún estaban montando su casa, y amontonaban sus cajas en un almacén al final de su parcela de campo. Donde se pondría el sol de Klara y el sol, el que podría hacer que se cumplan tus deseos si esto no fuese el mundo y su vida. Así que efectivamente se han mudado, porque cuando lo sueño así es porque ya ha ocurrido. Aquí al lado en mis sueños porque están cerca, muy cerca de mí. P siempre me ha regalado la LUZ con mayúsculas: ‘gracias por la luz’. Es mi padrino de luz. Me salvó la vida. Me sacó de mi abismo de mar dibujado con ceras en una cartulina. Mi madre sin saberlo le da todos los días las gracias. Sobre todo en los días que no quiero hablar, que no cojo el teléfono pero que al menos escribo para decir un no te preocupes, solo es que no tengo ganas. Aprendí frente a la oscuridad, mantener sino una red, un hilo de amor. Porque P me enseñó a darme permiso para de vez en cuando no estar bien.

Yo le doy las gracias. Emocionada mientras escucho a Patti Smith en el ‘A hard rains’s a-gonna fall’ en la entrega del Nobel de Literatura. Una y otra vez, ‘And it’s a hard’. Circular. Es mi forma de estar. Un remero. El chamán mexicano solo pudo decirme que yo en otra vida había sido un remero. Todo poesía. Un remero que no necesitaba cadenas para seguir remando. Ni siquiera una mujer. Un hombre. Por eso, cuando tarareo contenta por las calles de esta ciudad este ‘and it’s a hard’, me imagino muy hermosa con el pelo largo a la cara, como Patti Smith, vestida un poco de hombre en esta ceremonia. Siempre que me veo hermosa lo hago con una camisa blanca de cuello. Andrógina.




Fui un remero anclada a galeras y quiero ser más libre. Quiero ser explotadora, aventurera, subir y bajar las montañas, tener una piragua y remar por los pantanos. Como el arpa ‘del salón en el ángulo oscuro’. ‘Levántate y anda’.

Soy un remero que corre los 25.000 pasos de carrera submarina de un domingo por la mañana, anaeróbica, sin pulmones postcovid, a golpe de voluntad. Soy un remero que quiere seguir viviendo. Aunque este lunes no pudiera ver a Patti Smith cantando en Madrid porque se habían agotado las entradas. Aunque yo tararee por sus calles los sábados por la mañana con su pelo largo, no quedaba ni una sola entrada para mí. María no. Los sábados se sueña en el desayuno y se tararea en la calle, los domingos se ponen los cimientos para seguir viviendo el resto de la semana. Se esculpen los pies de barro de este Sísifo-remero que sube una y otra vez la piedra. De lunes a viernes. Y vuelta a empezar. ‘Esperando la mano de nieve’. ‘And it’s a hard’.

Así que hoy me levanté enfurruñada porque este lunes no había visto a Patti Smith. Porque no quedaban entradas y porque no subo y bajo las laderas de doce montañas. Porque muchas veces me quedo a la espera.

Estoy terminando De vidas ajenas. Lo alargo, tanto como se pueden alargar las letras de una palabra sin que se rompa. Poco. Pongo guiones. T-e-q-u-i-e-r-o. Como quien da puntadas. Amaranta. C-o-m-e-t-a. Siento que me quedaré un poco huérfana de libros que siempre llegan cuando tienen que llegar, cuando termine este. Ahora que para colmo no he visto a Patti Smith cantando este lunes en Madrid. Una cadena: La ridícula idea de no volver a verte- Klara y el sol- Hamnet- Neighbours y ahora este De vidas ajenas. Cuando tienen que llegar. And it’s a hard.

Ayer soñé que tenía que hacer una maleta urgente para ir a Nueva York y que no encontraba libros que llevar. No sabía lo que quería seguir leyendo. Un auténtico diluvio.

Inundarse.

Desayuno sobre la cama hecha. Quitada del medio porque a mi hija le molesta verme por la mañana. No desayunar viéndome la cara. En la caja de zapatos, me retiro a mi rincón para no abroncarme más y dejar pasar esta tormenta rutinaria. Me sorprende descubrirme lágrimas corriendo, un poco de dolor de corazón. A pesar de lo cotidiano. Miro la foto pegada en la puerta del armario. Tomada desde el interior del coche del que nos bajamos para despedirnos. Sonrío y le toco la cara a A. Con un libro de Almudena Grandes bajo el brazo. Otra vida ajena en este libro que no quiero terminar. Es una de las fotos más bonitas de mi vida. La pienso mientras escribo aquí, mientras escucho una y otra vez ‘and it’s a hard’ y sonrío extendiendo una manta entre los árboles de la casa soñada de P. Almuerzo en la hierba. Mis arrugas de cara también son picassianas.

Va a diluviar, pero mientras tanto, soy feliz tendida en el suelo rodeada de árboles. Con mis piernas entre las tuyas. Va a diluviar, pero me he lavado el pelo esta mañana y aunque este lunes no he visto a Patti Smith en directo en Madrid, me parezco un poco a ella. Aunque no sea sábado. ‘And it’s a hard’. Soy una remera. Un arpa muchas veces olvidada, que anda. Golpe a golpe. Verso a verso. Estas son cuatro verdades incuestionables.

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