X
La primera
vez que dormí contigo,
te miré y
miré para aprenderte.
Tu espalda
era un mapa.
Te giraste y
me miraste con odio en los ojos.
Como si te
hubieras arrepentido de acostarte conmigo.
Sentí vergüenza.
Salí corriendo.
Cuando llegué
a la estación
el agua del
naufragio me llegaba a los tobillos.
Te miré y te
miré pero no te aprendí.
XI
Me sé tus
pies de memoria.
De pintártelos.
De pintarte
tallos y hojas,
olas y
vientos,
sandalias
griegas con hebillas de sol.
Me sé tus
pies de memoria.
De tocártelos.
De chuparte
los dedos.
La tarde de
la noche que me dijiste que me dejabas,
te pregunté
si te pintaba los pies.
Me dijiste
que no,
pero al
momento cambiaste de opinión.
Fueron las
últimas mareas,
las últimas
lunas.
Los últimos
pájaros en mis manos.
Y yo sin
saberlo.
XII
Hace tiempo
que no jugábamos
al juego de
abrir la boca.
Abre la boca.
Y yo ponía
un te quiero de voz dentro.
Y una
sonrisa fuera.
XIII
Ni siquiera
recuerdo cuando fue
la última
vez
que me
dijiste te quiero.
Solo sé que
fue hace mucho.
Porque ni
siquiera me acuerdo.
XIV
Me acuestas
como a una niña pequeña.
Me hablas de
tus cosas y con un quiero ponerme a trabajar,
me das un
beso rápido en la boca.
Sin lengua. Sin
saliva.
Un beso sin
beso.
Me caigo por
el sumidero del vientre
convertido en
cascada de gritos.
Adentro.
Incapaz de
sostenerme en un beso sin beso.
Hasta el día
siguiente.
Más hambre.
(Colección mujer acostada 1923, T. Foujita)
No hay comentarios:
Publicar un comentario