Por si tenía alguna duda, al abrir el maletero del coche, 'Vida y
destino' de Vasili Grossman con sus más de mil y cien páginas, me ha caído como
un kamikaze en el pie derecho, dejándome un moratón negro inmediato. Con forma
perfecta de triángulo equilátero de esquina de libro y graffiti callejero:
bienvenida.
En el reflejo del cristal de la ventana, una mujer desnuda toma café.
Azul. Al aire.
Esta mañana, aún de noche, a la vuelta de acompañar a mi hija a la
estación, con la cara no despierta, de cartón, un chico (dígase todo hombre que
es más joven que yo y que ya son muchos), me ha dicho lo bonita que me he
levantado esta mañana. Lo he mirado y me he puesto a reír sonora. Gracias, buen
día. Qué sonrisa tan bonita. He seguido riendo y ha reído también él. Mirándonos,
mientras nos despedíamos con los ojos. Y así he cruzado el semáforo en rojo y he
bajado la cuesta: voladora. Tarareando una canción de Sabina.
Domingo. Amanece sobre las estatuas mientras yo sigo trepándolas. Anhelando
compartirte los sueños. Para que nos crezcan mariposas. Siento mi vientre como
una cueva capaz de contener el mundo y parirlo. Me limpio las lágrimas con las
manos. Salgo a la calle.
El sentimiento que me provoca un árbol sin hojas. De paz. De acogida. De
fortaleza. A pesar de su desnudez, o quizás por ella. Los árboles con
hojas en invierno me tiritan frío. Bienvenido, otoño,
que me desnudas, que me peinas el pelo, que me aras la tristeza. Te espero.
Hoy he sido yo la que ha atravesado las plazas. He ido a buscar vino
cosechero y una planta de menta, a falta de yerbabuena que ya traeré del huerto
del pueblo. Para ponerla en una maceta en la entrada de la casa. Junto con
nuestros nombres escritos en un papel. Para que nos salgan raíces. Para
alimentarnos de la tierra. Para tocarla con pies y manos. Para crecernos. Para
brindarnos.
Releo la poesía de Herta Müller en el sofá, lápiz y pala del corazón en
una mano y el '¿tienes un pañuelo?' de su madre, apretado en la otra. Con
los labios pintados de rojo.
El sol entra por la ventana y se acuesta en el sofá del salón. Como si
fuera una playa. Yo no puedo evitar colarme a su lado. Lenta. Como Eva al
desnudo. Lenta. Mirándolo a la cara. Esperando que se me cuele y se me salga
por la boca.
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