domingo, 3 de julio de 2016

El laberinto mágico

Retomo este cuaderno después de meses sin encontrar el camino que me permitiese escribirlo. En su momento, nació del empeño de mi amigo Carlos, que veía en mí lo que yo no era capaz de ver. Todavía hoy no deja de regalarme ventanas.

Esta mañana me envió este mensaje: 'En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible' (Albert Camus). Con un añadido. 'Te regalo mi frase de cumpleaños'.

Hoy es su cumpleaños. He pensado en hacerle el regalo de escribirle. A modo de guirnalda de baldosas amarillas. Continuando la conversación iniciada. Como si estuviésemos en su terraza con luna. 

El escenario era una playa de arena negra. En la primera escena sin darnos tiempo al aliento, un toro dibujó un Guernica en el aire. Un hombre toro embestía el espacio. Atado a una cuerda que dirigía otro hombre. Al cabo de la suerte, su bramido de muerte entre la gente que corría y los sacos terreros de las barricadas, era el de un animal inconsolable. Como hace mucho que no es el hombre.

Luego vino otra playa en un tiempo en la que jugamos sin conocer nuestro destino. Y luego vendría el médico cojo que apuntaba el nombre de los muertos para buscar a sus familias. ‘Te vas a hartar de apuntar nombres’. Sin apuntar el suyo. Y la actriz fascista que detestaba la desfachatez de los pobres. Huelen mal. Y la delatora puta. Y la madre sin comida. Y la hija con hambre. Y el barbero-fígaro que espera a su mujer incluso muerto. Una bomba y así de fácil. Ya está ella otra vez cogida de su brazo. Así de fácil. Como se destrozan los sueños de hombres y mujeres que piensan que aprender a leer y escribir les hará más libres.

Anoche fui al teatro, amigo. Fui a ver El laberinto mágico. Termina donde empieza. En la playa frente al mar del que se espera todo.

Ayer fue un día de teatro. De poesía. Por la mañana fui al homenaje a Lorca. El poeta, el dramaturgo, el hombre asesinado por los franquistas, pero también ‘el maricón’ como con orgullo se dicen a sí mismos los homosexuales emponderados. Fue emocionante. Juan Diego, Nuria Espert escarbaron con la voz, con los versos. Se esculpieron pies que zapateaban gitanos por todas partes. Se nacieron flores de colores. Y yo me lo llevé al río creyendo que era mozuelo pero tenía ‘marío’. Se aplaudió la memoria, el amar libre.

Ayer fue un día de habitar el compás, amigo. Bajo un sol inclemente. Cuando terminó el acto de Lorca y le anudaron la bandera arcoíris al cuello me fui a tomar una cerveza, para celebrar que ahora éramos todos un poco más felices y más libres. Cuando terminó el teatro frente al mar, me sobrecogió el frío en la boca del estómago. Se me cerró. Se me durmieron los labios. Y no podía tragar ante la certeza de estar atrapada en un puerto sin barcos.

Esta mañana hemos hablado de mis laberintos. Los mágicos del Fauno, llenos de puertas, y los hechos de hierro viejo en los que no encuentro la salida. 'A lo mejor la solución está en no buscarla'. Te regalo mi frase de cumpleaños.

Y me he sentado en el suelo y he cerrado los ojos a la espera de que desaparecieran los muros.

Luego ha venido Laurance y me ha traído el libro firmado por Coetzee para que lo ponga en mi altar. Donde están las piedras de Ítaca. La fotografía de los expulsados al desierto. La de los que huyen de las guerras. El árbol de la vida. Las manos de Chillida. Maya siguiendo mis pasos perdidos. El faro. ‘Para María’. Para mi amiga que quería venir pero no consiguió encontrar entradas. Otras entradas. Pienso en el Verano de Coetzee y en el verano invencible que tú ves dentro de mí. Pienso en las ventanas de Nueva York en la cabecera de este cuaderno. En el poeta en la ciudad. Entre los rascacielos. Entre los rascasueños. Pienso repasando que sobre el aparador entre todos hemos recreado otro laberinto mágico. En el que jugamos a la gallinita ciega de Goya y a encontrar las islas desconocidas.


Tan agradecida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario