domingo, 17 de septiembre de 2017

Saltan chispas

Que se 'vuele' el miedo
que come por dentro todas las ilusiones que tengo,
que salgan arrugas en las comisuras de tanto reír,
Que me eches de menos.



Música. En la canción, cambio una h por una v, y el miedo pasa de olerse a volar. Que se vaya el miedo.

Domingo tarde, el gato arrullado en la manta del sofá y las piernas. Hasta que dentro de un rato habite el atardecer en el alféizar de la ventana del tejado. El pelo en pelusa contra el sol. Al viento.

Saltan chispas. Lo que antes era un querer y luego una necesidad, ahora es una angustia. Angustia de no escribir con los dedos las historias que hilvano en la cabeza. Cosiendo y descosiendo en la galería del patio.

Saltan chispas y me asalta contarte que este verano leí menos porque se me secaron los ojos. Que no era que ya fuera fuerte, que era solo que ahora no me sale llorar. Hago años y te escribo en la distancia un 'amanecí triste pero con los ojos secos casi no se nota'.

Tengo unas gafas nuevas. Leí menos, solo cuatro libros buenos. En el rincón naranja de la casa, con la ventana abierta. Todo recto hasta el amanecer. Solo cuatro, tres con corazón. Pero todos buenos. Capital y el albañil polaco. Capital y el joven pakistaní. Capital y las vidas cruzadas que me envió en canción un día hace años mi amigo L. Apuntes. NoraWebster descubriendo la música con rebeca fina. Mojándose los pies, nadando en el mar. A veces pienso que quizá no contó nada, solo una vida corriente, de una persona corriente a pinceladas. Y eso es lo extraordinario. Apegos feroces. Qué maravillosos reproches. Qué extraordinarias frases hechas como trincheras inexpugnables. Conformando los pasos, lo que somos. Las madres. Del color de la leche. Sin saber si es un libro de antes o de ahora. Una historia de siempre. Las mujeres del campo. El sonido de las piedras cuando caen en el cubo de zinc. Deslomarse. Pan y queso. Y vuelta a los hilos.

Saltan chispas. Me pongo a escribir con la imagen de tu abrazo en la plaza y no sé por qué te cuento los libros que leí este verano que leí menos porque se me secaron los ojos y se me erizó más la piel. Hojas. Púas.

Domingo tarde. El gato me mordisquea el brazo reclamando atención. Se vuelve a arrullar. El sol sigue bajando a pie. Desde ayer andamos sin ascensor.

Miro alrededor. Al lado de la Alicia despeinada, he puesto una raíz invertida pintada de colores. Es la planta vieja de mi abuela que también se secó y me la he traído al revés. También me traje otro trozo roto. Las olas escupen y yo recolecto tesoros en cada paseo.

Leí poco pero me bañé mucho en el mar. Me puse todos los baños que pude. Hasta que se me gasten.

Saltan chispas y yo encontré una historia para escribir, que no sé ni cómo empieza ni cómo transcurre, pero que sé que está. Está llena de pinturas, de paredes, de agujeros desde los que ver el cielo. De deseo en falda corta. De leonas que cazan. De invisibles y visibles.

J dice que soy una vaga y que tengo miedo y yo sé que es verdad. H, que le robe horas al sueño. B, que me deje de dar vueltas y me ponga de una vez.

Domingo por la tarde. Y no me pongo de verdad. Me entretengo en este sitio. Excusas. Calentamiento. Cuerdas.

Te abrazo y todo en la plaza es incierto. Habito círculos de los que quiero salir. '¿Cuánto tiempo es para siempre? A veces solo un segundo'. Me acuesto y me despierto con fijación en los dientes. Con ganas de morder a 'dentellá' pura. Piedras.

Huelo. Piel. Huelo. Piel.

Huellas también se escribe con H.

Dedos. Despliego una línea en el suelo de arena. Escribo versos. Me pongo una flor en el pelo. Corro descalza. Me saco a bailar. El gato me mira y bosteza.

Acercarme a tu boca, a tu voz.

Te beso la boca. Te beso la voz.

Saltan chispas. Ensayo el tacto en los dedos. Busco excusas.





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