sábado, 9 de junio de 2018

Bosquejo


Si me pusiera a escribir, qué escribiría.

Si tuviese que elegir un nombre, cuál elegiría.

Ando los soportales de la plaza como si ese fuera el sitio en el que aguarda el tiempo, donde puede encontrarse lo perdido.

Los pasos perdidos como las lágrimas de madre siempre son amarillos.

Empujo la puerta. Me adentro en el archivo donde se guardan todos los nombres. Todas las fechas.

Nació. Murió.

Desaparece el ruido. Solo avanzo. Me cruzo con caras que llevan personas dentro. 

Los nombres están llenos de polvo. Se pierden los hilos que los unen. El sentido de los tesoros. Nació.

Atravieso la frontera de nuestros mundos. En la esquina antigua pusieron un café moderno. Vuelvo de nuevo al mío. Con una bolsa con libros. Con pan que huele a pan. Compro una nueva planta.

Me duele la piel de las manos. Limpié los suelos. Olvidé cuidarlas. 

Si me pusiera a escribir, qué escribiría.

Fuera de la cabeza. Fuera de los ojos. Del loco que cruza la calle hablando. Tombuctú. Qué escribiría.

Elegí una canción que no es del todo mía. Tiene arena. Está lejos. Después de muchos días.

Pienso en el general Dann y en su perro de las nieves. Su camino es intransitable. Lleno de ciénagas.

Si pudiera elegir qué escribir, elegiría La estación de la sombra o los páramos de Comala. Con sus voces. Con su lluvia. Con sus manos cuarteadas. Olvidé cuidarlas.

En noviembre quiero ir a Ruanda. Quiero visitar una selva. Nacieron. Murieron.

Quiero escuchar el sonido del agua. Bañarme en ríos fríos. Volverme azul. Tocar el sol. Decir los nombres.

Tengo una amiga. Tengo otra amiga y otra.

Tengo una hermana. Tengo otra hermana.

Tengo una prima. Tengo otras primas y otras.

Tengo una tía. Tengo otras tías y otras.

Tengo una madre.

Tenía una abuela y también otra.

Todas tienen un nombre. Una historia.

También tenía una vecina con rosas amarillas. Y otras de antes y de ahora.

Y una perra. Tenía una perra que se fue en junio. Como Saramago y su Blimunda que ve las voluntades. Cierra los ojos. Come pan duro.

Casi se me olvida. Porque ella está hacia adelante. Justo de mí, tengo una hija. En la habitación de al lado.

La tarde. Los geranios en la ventana.

Si me pusiera a escribir cómo sería que contaría una historia Del color de la leche.

Después de atravesar países fue detenida en Libia. Otra mujer atrapada en su destino. En la cárcel fue obligada a prostituirse. Aunque no había quemado ninguna casa. Cargando cubos con piedras. Corre, no para, su niño.

Si tuviese que elegirle un nombre, cuál sería.

Esteban, se llamará Esteban, dijeron las mujeres de los pescadores.

Echar las redes al mar. Recogerlas. Tirando con las manos.

Elegí una canción. Khawuleza. Khawuleza, mama. Date prisa, mama. No te dejes atrapar.

La canto como una nana. Los niños duermen juntos. Con sus nombres colgando en las cunas. Atrapando los sueños. Date prisa, mama.

Todos los nombres. Todas las caras. Todas las manos.

En el mismo sitio. A través de la ventana veo a los pájaros volando el cielo.

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